Nota del Autor
Al hilo del pequeño revuelo que se ha montado por culpa del artículo “sobre algunos veteranos…” me gustaría aclarar varias cosas al respecto.
Es cierto que mi reacción (desaforada o no) en forma de ladrillo lingüístico el pasado fin de semana vino a colación de la entrevista con Miguel Egea que el diario La Verdad publicó el sábado. Pero no porque ésta fuera especialmente maniquea, o porque Egea sea peor o mejor que tantos y tantos exjugadores. Tampoco es que no se tratara de un buen trabajo periodístico de Guillermo Jiménez. No, no es nada de eso; es simplemente que le tocó a él lo que a mí se me figuró como el enésimo intento de homenajear, con calzador, a gente que hace tiempo que se desentendió de esto del fútbol local o que, en su defecto, sólo ha vuelto a él por puro interés. Y a mí eso pues, qué queréis que os diga, no me gusta.
Ese desentendimiento manifiesto sobre el Efesé del que han hecho gala, no sólo exjugadores; sino también expresidentes, periodistas, escritores o cronistas oficiales de la ciudad, le ha hecho muchísimo daño a este club durante muchos años; y eso mucha gente no lo sabe porque nadie se lo cuenta. Pertenece a un pasado que nadie quiere remover pero que está ahí. El entierro en vida al que muchos de ellos condenaron al Cartagena cuando más se les necesitaba -ya sea por culpa de viejas rencillas personales, por orgullo, porque no había nada que ganar, o simplemente por comodidad- contribuyó a su defunción; y yo no creo que eso merezca el más mínimo aplauso.
Y sí, lo admito; me duele, me fastidia, que algunos gocen inexplicablemente de tan buena prensa porque considero que cada vez que se ensalza a estas personas y se los fija como modelo de cartagenerismo, se está faltando a la verdad y se está haciendo un flaco favor a la sociedad cartagenera; especialmente a los más jóvenes, quienes reciben una serie de mensajes erráticos que muy probablemente les condenen a repetir este tipo de conductas en el futuro. Unos comportamientos nocivos para nuestro progreso, que seguirán estancando a Cartagena en la Edad Media porque que nadie les ha dicho que estén mal; más bien todo lo contrario.
Como por mi juventud, parezco no estar capacitado para hablar de lo que aconteció hace tanto tiempo, hablaré de algo que conozco; hace tres años el Cartagena (entonces Cartagonova) casi desaparece. Hay mucha gente que se ha enganchado hace poco y lo desconoce pero en aquel momento hubo dos grupos de personas; Los que se movilizaron e intentaron evitar la desaparición de este club (o como mínimo se interesaron y ayudaron en lo que pudieron viviendo al día los acontecimientos) y los que se olvidaron del tema y no quisieron saber nada de nada a pesar de las continuas llamadas de auxilio que se lanzaron en todos los medios de comunicación.
¿En qué grupo creéis que estaban todos estos ex-profesionales del Cartagena a los que me refiero? En el caso de Arango, más sangrante aún ¿qué hacía él mientras un grupo de gente luchaba para que no desapareciera el club que más tarde acabaría contratándole? Simplemente su nombre y su imagen hubieran sido de una ayuda impagable. Las cosas hay que contarlas. Se dice lo bueno, sí, pero también hay que decir lo malo. ¿O qué pasa? ¿Que siempre hay que pasar de puntillas sobre estos temas y que reine la ley del silencio? Aquí que cada palo aguante su vela.
Es cierto que mi reacción (desaforada o no) en forma de ladrillo lingüístico el pasado fin de semana vino a colación de la entrevista con Miguel Egea que el diario La Verdad publicó el sábado. Pero no porque ésta fuera especialmente maniquea, o porque Egea sea peor o mejor que tantos y tantos exjugadores. Tampoco es que no se tratara de un buen trabajo periodístico de Guillermo Jiménez. No, no es nada de eso; es simplemente que le tocó a él lo que a mí se me figuró como el enésimo intento de homenajear, con calzador, a gente que hace tiempo que se desentendió de esto del fútbol local o que, en su defecto, sólo ha vuelto a él por puro interés. Y a mí eso pues, qué queréis que os diga, no me gusta.
Ese desentendimiento manifiesto sobre el Efesé del que han hecho gala, no sólo exjugadores; sino también expresidentes, periodistas, escritores o cronistas oficiales de la ciudad, le ha hecho muchísimo daño a este club durante muchos años; y eso mucha gente no lo sabe porque nadie se lo cuenta. Pertenece a un pasado que nadie quiere remover pero que está ahí. El entierro en vida al que muchos de ellos condenaron al Cartagena cuando más se les necesitaba -ya sea por culpa de viejas rencillas personales, por orgullo, porque no había nada que ganar, o simplemente por comodidad- contribuyó a su defunción; y yo no creo que eso merezca el más mínimo aplauso.
Y sí, lo admito; me duele, me fastidia, que algunos gocen inexplicablemente de tan buena prensa porque considero que cada vez que se ensalza a estas personas y se los fija como modelo de cartagenerismo, se está faltando a la verdad y se está haciendo un flaco favor a la sociedad cartagenera; especialmente a los más jóvenes, quienes reciben una serie de mensajes erráticos que muy probablemente les condenen a repetir este tipo de conductas en el futuro. Unos comportamientos nocivos para nuestro progreso, que seguirán estancando a Cartagena en la Edad Media porque que nadie les ha dicho que estén mal; más bien todo lo contrario.
Como por mi juventud, parezco no estar capacitado para hablar de lo que aconteció hace tanto tiempo, hablaré de algo que conozco; hace tres años el Cartagena (entonces Cartagonova) casi desaparece. Hay mucha gente que se ha enganchado hace poco y lo desconoce pero en aquel momento hubo dos grupos de personas; Los que se movilizaron e intentaron evitar la desaparición de este club (o como mínimo se interesaron y ayudaron en lo que pudieron viviendo al día los acontecimientos) y los que se olvidaron del tema y no quisieron saber nada de nada a pesar de las continuas llamadas de auxilio que se lanzaron en todos los medios de comunicación.
¿En qué grupo creéis que estaban todos estos ex-profesionales del Cartagena a los que me refiero? En el caso de Arango, más sangrante aún ¿qué hacía él mientras un grupo de gente luchaba para que no desapareciera el club que más tarde acabaría contratándole? Simplemente su nombre y su imagen hubieran sido de una ayuda impagable. Las cosas hay que contarlas. Se dice lo bueno, sí, pero también hay que decir lo malo. ¿O qué pasa? ¿Que siempre hay que pasar de puntillas sobre estos temas y que reine la ley del silencio? Aquí que cada palo aguante su vela.
Y después hay que escuchar “Yo sí que soy del Efesé, y mucho antes de que tú nacieras…”. ¿Qué te parece? Y los demás a callarnos porque tú lo digas ¿no? Pues no señor. Al menos yo, voy a seguir diciendo lo que me de la gana porque creo que estoy en mi derecho. Desafortunadamente para muchos, cada vez son más los lectores que entran en esta ventanita donde se dicen cosas que en otros lugares no. Y aunque pueda equivocarme, creo haber demostrado sobradamente mi independencia con respecto a todo y a todos (con lo único que la pierdo es con el Efesé). Así seguirá siendo.
En fín, al hilo de esto, da envidia, o más bien pena, ver como en otras ciudades hay ex-jugadores carismáticos que se implican desinteresadamente mientras aquí se dedican a escurrir el bulto para luego darse golpes de pecho. Pero esto ya lo sabiamos.
Para finalizar, sobre el comentario de Guillermo Jiménez y el de los que me acusan de haber faltado al respeto; es cierto que el tono ha sido desafortunado (hasta el tuteo lo ha sido) y que otras veces he criticado con más estilo. Mi forma de escribir, a veces, se ve contaminada por factores tales como si me duele la cabeza ese día o si la noche anterior discutí con mi novia. Es lo que tiene no ser un profesional de esto. Lo lamento y no quiero ser en ningún caso responsable, Guillermo, de que dejes de escribir. Nadie ha dicho que esas entrevistas no sean interesantes (mira para todo lo que ha dado la última). Además yo no soy tan importante. La expresión cadáveres futbolísticos, es tan desafortunada como quise que fuera porque estaba enfadado (hay algunas más, igual de desafortunadas). No debo borrarla porque ya está escrita y leída pero si sirve de algo, reconozco que me precipité escribiéndola y que no le hace justicia al Sr. Egea, el cual parece conservarse bastante bien.
En fín, al hilo de esto, da envidia, o más bien pena, ver como en otras ciudades hay ex-jugadores carismáticos que se implican desinteresadamente mientras aquí se dedican a escurrir el bulto para luego darse golpes de pecho. Pero esto ya lo sabiamos.
Para finalizar, sobre el comentario de Guillermo Jiménez y el de los que me acusan de haber faltado al respeto; es cierto que el tono ha sido desafortunado (hasta el tuteo lo ha sido) y que otras veces he criticado con más estilo. Mi forma de escribir, a veces, se ve contaminada por factores tales como si me duele la cabeza ese día o si la noche anterior discutí con mi novia. Es lo que tiene no ser un profesional de esto. Lo lamento y no quiero ser en ningún caso responsable, Guillermo, de que dejes de escribir. Nadie ha dicho que esas entrevistas no sean interesantes (mira para todo lo que ha dado la última). Además yo no soy tan importante. La expresión cadáveres futbolísticos, es tan desafortunada como quise que fuera porque estaba enfadado (hay algunas más, igual de desafortunadas). No debo borrarla porque ya está escrita y leída pero si sirve de algo, reconozco que me precipité escribiéndola y que no le hace justicia al Sr. Egea, el cual parece conservarse bastante bien.
Por último y por si alguien no lo tiene claro aún, añado que cuando critico a alguien (igual que cuando lo aplaudo), en ningún caso juzgo al sujeto ni tengo nada personal contra él sino que juzgo al personaje en la faceta que le relaciona con el Cartagena. Quiero decir que no pongo en duda que Arango y Egea (ya que en el mencionado artículo se habla de ellos) sean unas bellísimas personas, unos padres maravillosos o unos maridos (o suegros…) estupendos. Lo que sí pongo en duda es que sean un ejemplo de cartagenerismo. Lo hago haciendo uso de mi libertad de expresión, sin faltar a nadie al respeto y de acuerdo a unos elementos de juicio que yo considero suficientes.