Los Reyes Magos
El otro día mantuve una charla con un amigo mío que, a pesar de estar bastante puesto en el tema del FC Cartagena, seguía empecinado en que el proyecto de Paco Gómez era interesante, que Alcoy no era mal entrenador y que la gestión de Gómez estos cuatro años había sido bastante buena.
A mí me sorprendía el hecho de que alguien tan preparado, y con tantos años de aficionado a sus espaldas, sostuviera puntos de vista que en algún momento rozaban lo ridículo, así que me puse a discutir con él tratando de demostrarle que estaba equivocado. Cuando tras un largo debate rebatí cada uno de sus argumentos y agoté sus recursos dialécticos, finalmente capituló y reconoció que yo tenía razón.. Pero hete aquí que cuando ya creía yo que había ganado un adepto para mi causa de gente inconformista, este amigo mío me sorprendió con la siguiente frase;
Joder Juanan, si tienes razón pero déjame que me ilusione, al menos. No voy a empezar el año pensando en que nos la vamos a pegar...
Fue entonces cuando comprendí que hay gente a la que por mucho que le digas o le hagas, jamás van a ver la realidad. Da igual si se la plantas delante de las narices. Simplemente no la quieren ver y punto. Es más, incluso les molesta que llegues tú, con tu cruda realidad, a sermonearlos de que así no podemos ir a ningún lado, que hay que demostrar más oposición y bla bla bla...
Cuando yo era pequeño mis amigos insistían en que Los Reyes Magos no eran reales y los regalos los compraban los padres. Mi alma de niño se rebelaba por naturaleza contra tales afirmaciones, que yo consideraba una osadía. Creo que incluso llegué a retirarle la palabra a alguno y todo. Un buen día, por accidente, descubrí por casa un ticket de compra de El Corte Inglés correspondiente al Scalextric que me habían traído los Reyes Magos aquel año. Aunque era un crío comprendía perfectamente lo que aquello significaba. Tampoco me pilló de sorpresa. Tras pensarlo dos segundos devolví tranquilamente el ticket a su sitio, volví a mis cosas y traté de olvidar aquel episodio. La Noche de Reyes del año siguiente fuí otra vez el niño más feliz del mundo pensando que Melchor entraría sin hacer ruido en mi habitación y me dejaría de nuevo un montón de regalos.
Finalmente maduré.