Rectificar es de sabios
El pasado domingo el Cartagena supo sufrir. Y puede decirse que lo hizo prácticamente por primera vez en lo que va de temporada (me refiero a lo de saber; sufrir ya se ha hecho más veces…). Los que veníamos reclamando más solidez defensiva, el relevo en la portería y, en definitiva, que el equipo tuviera algo más de oficio, salimos bastante contentos con el partido completado frente al filial sevillista.
David Amaral, en coherencia con su discurso que dice que la gran cantidad de goles encajados no es culpa del sistema sino de fallos puntuales y faltas de atención de sus pupilos, no dudó en felicitar públicamente a sus jugadores por el gran partido realizado y por haber mantenido la tensión y la agresividad durante los noventa minutos.
Puede que a alguien que no viera el partido le valgan esos argumentos e incluso juzgue lógico el cambio de actitud obrado en los jugadores blanquinegros relacionándolo con la dosis extra de motivación que siempre aparece en este tipo de citas, ante rivales cabeceros como el equipo de Manolo Jiménez. Sin embargo, los que vimos el partido observamos claramente que si el equipo no jugó tan “desnudo” atrás (como le gusta decir a Amaral), no sólo se debió a que los jugadores, de pronto, dejaran de cometer errores (de hecho se cometieron en forma de desajustes defensivos y pases imprecisos que derivaron en varias pérdidas de balón) sino al hecho de que esos errores dejaron de ser tan relevantes como en otras tardes, gracias precisamente a que la defensa no jugó tan lejos del marco propio y todos tenían órdenes de no perder tan alegremente la posición.
Aunque se empeñe en negarlo el tinerfeño ha capitulado. Y no sólo en eso; qué casualidad que Cabrero, para el que la grada venía demandando una oportunidad con nulo éxito desde hace semanas, fuera también, sin previo aviso, el portero titular la pasada jornada. Rectificar no es malo. Al contrario, es de sabios. Como de sabios es no arrojar piedras sobre el tejado propio. Algo que está claro que Amaral nunca haría.
David Amaral, en coherencia con su discurso que dice que la gran cantidad de goles encajados no es culpa del sistema sino de fallos puntuales y faltas de atención de sus pupilos, no dudó en felicitar públicamente a sus jugadores por el gran partido realizado y por haber mantenido la tensión y la agresividad durante los noventa minutos.
Puede que a alguien que no viera el partido le valgan esos argumentos e incluso juzgue lógico el cambio de actitud obrado en los jugadores blanquinegros relacionándolo con la dosis extra de motivación que siempre aparece en este tipo de citas, ante rivales cabeceros como el equipo de Manolo Jiménez. Sin embargo, los que vimos el partido observamos claramente que si el equipo no jugó tan “desnudo” atrás (como le gusta decir a Amaral), no sólo se debió a que los jugadores, de pronto, dejaran de cometer errores (de hecho se cometieron en forma de desajustes defensivos y pases imprecisos que derivaron en varias pérdidas de balón) sino al hecho de que esos errores dejaron de ser tan relevantes como en otras tardes, gracias precisamente a que la defensa no jugó tan lejos del marco propio y todos tenían órdenes de no perder tan alegremente la posición.
Aunque se empeñe en negarlo el tinerfeño ha capitulado. Y no sólo en eso; qué casualidad que Cabrero, para el que la grada venía demandando una oportunidad con nulo éxito desde hace semanas, fuera también, sin previo aviso, el portero titular la pasada jornada. Rectificar no es malo. Al contrario, es de sabios. Como de sabios es no arrojar piedras sobre el tejado propio. Algo que está claro que Amaral nunca haría.