Los pecados de la afición del "Efesé" (3ª Parte)
Vamos ya con la tercera entrega de "Los pecados de la afisión del Efesé", estudio sociológico (de todo menos formal) que ha gozado, al parecer, de cierto éxito entre vosotros, queridos lectores que ya habéis pasado el rato (espero que agradablemente) con el primer y segundo capítulo de esta involuntaria tetralogía.
Hoy les toca el turno a dos personajes bastante reconocibles también entre las gradas del Municipal. El "malpensao" y el "maleducao"...
El malpensao...
Da igual que el rival haya llegado una vez a puerta en todo el encuentro y la pelota haya pegado en el poste antes de entrar en la portería del Efesé. Para el malpensao siempre se habrá vendido el partido.
Todavía hoy, siete años después del Cordobazo, es fácil encontrarse a gente que afirma con pasmosa rotundidad que aquel partido se vendió descaradamente. Eso sí, no hay un criterio fijo, entre este grupo de desconfiados aficionados, a la hora de ponerse de acuerdo en cómo se produjo la compra-venta en cuestión; unos apuntan al propio Presidente del entonces Cartagonova como principal culpable, otros al portero, otros al central que cometió la falta…da igual, el caso es que “ese partido estaba comprao”.
Recuerdo que el año pasado, en partido que nos enfrentó al Almansa en la segunda vuelta (y en el que se dispusieron medidas populares para que la grada presentara un mejor aspecto habida cuenta de que el equipo ya estaba prácticamente clasificado para el play off), Molist tocó el balón con la mano en el área propia y el referee señaló el correspondiente penalty que adelantaba al equipo manchego en el electrónico. Tras convertir el Almansa la pena máxima, escuché a aficionados que me merecen todo el crédito, aseverar sin rubor: “Claro, como el Cartagena lo tié to echo, les abran vendío el partido a los pobreticos del Almansa”. Interrogados por mí sobre el particular al finalizar el encuentro (con la victoria del Efesé por 2-1), estos aficionados no dudaron en alegar que si el Cartagena al final había conseguido la victoria era porque: “seguramente, ar final no san puesto dacuerdo en las perras”
Yo sé que el balompié en nuestra ciudad ha dado más bien pocas alegrías. Incluso estoy dispuesto a aceptar que tiempo atrás, el resultado de alguna de aquellas míticas promociones que el Efesé disputó en los setenta estuviera pactado de antemano. Pero, francamente, pienso que de ahí a proclamar que el Cartagena pierde los partidos (al menos los decisivos) porque alguien se vende y no cumple con su obligación, media un abismo. Seguramente que la cosa tenga que ver más con esa manía tan cartagenera de “darle la vuelta a to” que con la pura realidad. Además, aceptar que todo está previsto anticipadamente significaría que no podríamos seguir lamentándonos y autocompadeciéndonos de nuestra mala suerte en los momentos decisivos; y eso es algo que no debe ser consentido, de ninguna de las maneras, por ningún cartagenero que se precie. Personalmente, y aunque sólo sea por resultarme mucho menos romántica que una hipotética y sistemática intervención divina en contra de los intereses de nuestro equipo, no estoy dispuesto a concederle el más mínimo crédito a esta teoría de las compraventas.
El (mal) educao…
Aficionados maleducados, que no respetan las más básicas normas de comportamiento, los hay en todos lados y no son, por lo tanto, patrimonio exclusivo del Efesé. Pero vista la gran afluencia de público de esta estofa al Estadio Municipal durante la presente temporada, me veo obligado a dejar en estas líneas cumplida constancia de su existencia.
El “(mal) educao” suele acudir al estadio en grupo, para poder tener a su alrededor a quienes le rían las gracias. Gusta de vociferar constantemente durante todo el encuentro y ser protagonista absoluto de todos los insultos y chistes de mal gusto que se pueda uno imaginar. Ya desde el minuto de silencio, si es que lo hubiera, nos obsequiará a todos los asistentes con unos cuantos berridos que, aparte de afear el homenaje a la persona fallecida, servirán para prevenirnos de la tarde que nos espera.
En el mejor de los casos, sus insultos y gracietas irán dirigidas al árbitro o jugadores rivales aludiendo a su procedencia, raza o condición; pero si, por un casual, el Efesé resulta que no tiene su tarde, el “(mal) educao” no dudará en convertir a nuestros propios jugadores en blanco indiscriminado de sus agravios e injurias, al tiempo que anima a sus (frecuentemente) alcoholizados amigos a que sigan su ejemplo.
No hace falta decir que semejante comportamiento crea un desagradable ambiente que llega a resultar insoportable para aquellos que llevan niños al estadio o, simplemente, gustan de ver el partido en razonable armonía. Si alguno de ellos decide reprocharle al educao su manera de proceder, nuestro amigo no dudará en contestar: “Joe, si le molesta a usté lo que digo haberse ido al teatro”. En fín, toda una joyita, el nene… (continuará)
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